Claudio Castiglioni era, básicamente, un hombre de negocios, pero eso no le impedía lo más mínimo, muy al contrario, ser un completo enamorado del motociclismo. Su pasión le llevó a ser uno de los nombres con mayúsculas del deporte de las dos ruedas. Y así, dedicó gran parte de su fortuna a rescatar, e impedir su desaparición, a marcas míticas italianas, Ducati en los años ochenta y MV Agusta en los noventa.
Después de rescatar de la agonía ambas marcas, acabó lanzando al mercado algunos de los modelos más icónicos y míticos de ambas, como fueron la Ducati Monster y la Ducati 916 o la MV Agusta F4. Y fué precisamente esta última marca, adquirida en 1991 y cuyos mandos cedió a su hijo en 2010, la que comunicó su fallecimiento, ocurrido tras una larga lucha contra el cáncer.
Fue su padre, Giovanni, quien había fundado, en 1978, Cagiva, empresa metalúrgica productora de accesorios y pequeñas piezas de metal, y que terminaría dando nombre a una de las mayores compañías constructoras de motocicletas de los años ochenta.
Años antes de ello, Claudio y su hermano Gianfranco, abducidos por las carreras y la velocidad, empezaron a adquirir motocicletas de todo tipo, hasta desembocar en la compra de una planta de Harley-Davidson en Schiranna, muy cerca de Varese, donde empezaron a diseñar y construir las primeras motos de calle con motores de dos tiempos; de aquella época nació la deportiva Cagiva Mito, tremendamente popular en los años noventa.
Poco después, los hermanos Castiglioni comienzan a comprar motores Ducati, se lanzaron a las plantas motrices de cuatro tiempos y no dudaron en atacar las grandes cilindradas; de aquel empeño nace la Cagiva Elefant, uno de los grandes mitos de la marca. Pero, a mediados de los ochenta, Castiglioni no se conforma con comprar motos ni hacer las suyas propias y comienza a comprar fábricas al borde del colapso.
De esta manera, en 1985, compra Ducati y su fábrica de Bolonia. Pero no sólo lo hizo por reflotar una marca y compañía que tenía todas las papeletas para desaparecer, sino que, además de ello, se empeñó en actualizar totalmente el estilo de las máquinas que fabricaban.
Y así, se sacó de la manga la Ducati Monster, la primera moto naked (desnuda) que salía al mercado, y el calificativo provenía del diseño de su carrocería, o mejor dicho, de la no existencia de la misma, puesto que se prescindía de cualquier tipo de carenado, dejando al descubierto tanto el motor, como el bastidor. Y no contento con ello, encargó a su ingeniero jefe, Massimo Bordi, un proyecto que marcaría la impronta de Ducati en el mundo de las dos ruedas: la aplicación a todos sus motores de la distribución desmodrómica, para motores bicilíndricos con cilindros de cuatro válvulas.
Evidentemente, también tuvo éxito en las competiciones de velocidad, logrando que Cagiva se adjudicara varias victorias en el campeonato del mundo de 500 cc con pilotos como Eddie Lawson, e incluso ganó campeonatos del mundo de motocross. Además, con Ducati bajo su batuta, dominó totalmente el campeonato mundial de superbikes.
Después de que Cagiva, metida de lleno en otros proyectos industriales, tuviera que vender Ducati en 1996, Claudio Castiglioni centró todas sus energías en MV Agusta, empresa a la que hizo renacer y a la que dedicó los últimos quince años de su vida, tras venderla y volver a comprarla en dos ocasiones más.
Todos los proyectos empresariales que acometió llevaban su sello personal y se dedicó a ellos en cuerpo y alma, con toda la pasión de la que era capaz. Por ello, no debió resultar fuera de lugar, a propios y extraños, el ver al mismísimo Giacomo Agostini, el piloto que dió ocho títulos a MV Agusta antes de la llegada de Castiglioni, llorando sin consuelo en el funeral de su antiguo patrón.
Descanse en paz.
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